Druso, Bolzano y el hombre de hielo. (1): Cómo conocí a Druso

Era un tarde lluviosa en Maguncia (Alemania). Llevábamos el cansancio acumulado del viaje y de ese primer día de visitar la ciudad. Pensábamos que la primavera a orillas del Rin era menos fría, más acogedora, pero a esas horas nos refugiábamos de la lluvia y mirábamos el plano de la ciudad, preguntándonos si convenía seguir visitándola o volver al hotel. Yo era más partidario de la segunda opción. Ya habíamos visto el famoso templo de Magna Mater, o lo que queda de él, habíamos dado una vuelta externa a la catedral y habíamos fotografiado, pese al ambiente gris, las multicolores casas de madera. Podíamos dejar el resto para el día siguiente. Mi novia, en cambio, insistió en que podíamos aprovechar el día para visitar otras cosas. La Drususstein, por ejemplo. La piedra de Druso. O, mejor dicho, la Torre de Druso.

Los restos romanos tienen a menudo la forma de piedras que sólo adquieren sentido si sabemos dárselo. A esas horas de la lluviosa tarde, con ganas de irme a descansar al hotel, la palabra Druso no era para mí más que una difusa referencia romana, sin mayor interés.

Venga, vamos.

Para llegar al lugar tuvimos que ascender una pequeña colina y cruzar el antiguo parque que hoy en día ocupa su superficie. Las señales para llegar a la Torre de Druso eran confusas, de modo que nos vimos obligados a dar varios rodeos. Por suerte, la lluvia era muy débil, y llegó a detenerse en algunos momentos. Por el camino nos tropezamos con aislados restos romanos: piedras con mayor o menor significado, esparcidas por el parque. No esperaba gran cosa de aquel paseo, y sin embargo, al llegar a lo alto y encontrarnos de frente con la torre de Druso, mi perspectiva cambió por completo.


¿Quién era ese Druso? ¿Qué hacía aquí esa torre, erigida según parece por sus soldados en homenaje póstumo? ¿Qué hacía yo allí en la tarde lluviosa haciéndome esas preguntas?

Esa misma tarde, ya en el hotel, empecé a indagar. Nerón Claudio Druso Germánico, hijo de Livia, ahijado de Augusto, hermano de Tiberio, padre de Germánico y del emperador Claudio, abuelo de Calígula. Personaje transversal de aquella época, héroe militar que asentó el poder romano en las tierras del Rin y que se adentró en territorio germano hasta llegar más lejos que cualquier otro romano hasta la fecha. Era el momento de leer sobre este personaje que había descubierto por casualidad, con desgana, en aquella tarde de Maguncia, ciudad que él mismo fundó en 13/12 a.C.con el nombre de Mogontiacum.

Poco queda en la memoria colectiva de aquel joven general que en su día fue todo en héroe en Roma. Influye en ello el hecho de haber muerto en plena juventud, y el hecho de no pertenecer a la larga lista de emperadores que, como su propio hermano Tiberio, eclipsan al resto de personajes de aquella época. El que más se acordó de él en época antigua fue su hijo Claudio, que acabó convirtiéndose por las casualidades de la vida en emperador de Roma. Claudio tuvo al gentileza de dedicar algunas monedas a la memoria de su padre (link).
Durante mucho tiempo, los soldados de Mogontiacum siguieron rindiendo honores a Druso en el día de su aniversario. La ceremonia se llevaba a cabo en lo alto de aquella misma colina, frente al cenotafio que ellos mismos habían construido, y que en aquella época tenía un aspecto bien distinto al que tiene ahora (link).

Así fue como empecé a interesarme por la figura de Druso. Ese interés, un tiempo más tarde, me llevaría a Bolzano, en Italia. Pero eso es el siguiente capítulo...

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Enlace al capítulo 2 de esta serie: Ötzi.